Gallo llegó a la zona el viernes 6 de agosto. Antes de subir a la mina -desde su casa, en Copiapó- sacó $ 50 mil de su cuenta de ahorro, puso bencina a su camioneta, compró algo de comida, cigarrillos, se despidió de su esposa embarazada de siete meses y pidió disculpas a sus clientes porque intuía que se ausentaría por un buen tiempo: tiene una pequeña empresa llamada "Bellcom Comunicaciones", que presta servicios a mineras de la zona.Escúchenme, vean lo que traigo. Pedro Gallo Ceballos (38) pasó varios días repitiendo esta frase afuera del yacimiento San José. Hasta que le pusieron atención y su invento, un microteléfono hechizo con un delgado cable de 900 metros de largo, se convirtió en el aparato con que el lunes 23 de agosto los mineros -desde abajo- hablaron con el ministro Golborne.
Para armar el teléfono con el que el pasado martes también se comunicó el presidente con los mineros, Gallo recurrió a varios desechos que tenía en su casa: un micrófono, condensadores, resistencias, circuitos impresos y una receptora. Los envolvió en una moldura plástica. A ello agregó un largo cable que uniera el teléfono multilínea -con que hablan en la superficie las autoridades- con la pequeña caja artesanal que recibirían los trabajadores: con su pericia como técnico electrónico logró hacerla entrar por la paloma que bajaría por el sondaje.
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Así, pasaron días antes de que lo presentaran ante los expertos, quienes observaron detenidamente su teléfono. "Esto nos sirve", dijeron a coro. Y luego miraron a Pedro sonriendo: "¿Y vos, dónde estabai?", le preguntaron. "Siempre estuve aquí, pero nadie me había visto", respondió emocionado. Luego, cuando Golborne vio el aparato, miró a Gallo, frunció el ceño, sonrió y le dijo: "Ya, démosle".
Así, cuando el domingo Gallo se enteró de que había claras señales de que los mineros estaban vivos, se presentó de inmediato ante las autoridades. Al día siguiente, tomaron su teléfono, lo echaron dentro de una paloma de seis metros de largo y lo lanzaron hacia abajo. Se demoró 1 hora y 45 minutos en llegar a manos de los mineros. "Entró perfecto, con un milímetro por cada lado de espacio", recuerda Gallo.
Los minutos que pasaron para que la comunicación se lograra se hicieron eternos para Pedro. Estaba muy nervioso. De pronto, Golborne estableció contacto: "¿Aló, me escuchan?", dijo. "Aquí mina", respondieron desde abajo. Luego, la historia es conocida. Entonces, Pedro se alejó. Caminó unos metros, encendió un cigarrillo, respiró profundo, tragó saliva y de lejos y con lágrimas en los ojos, contempló la escena. Hoy trabaja en el último requerimiento bajo tierra: un parlante que les permita a los 33 mineros escuchar, a todos juntos, los mensajes de la superficie.
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